¿Es posible la creación de una Inteligencia Artificial en el corto plazo?
De cómo Internet está unificando el conocimiento y las interacciones sociales para producir una Inteligencia General
Photo by Josh Riemer on Unsplash
En la parte final del artículo anterior hicimos una comparación entre la capacidad de cálculo de los ordenadores con la del cerebro humano, y concluimos que tenemos la expectativa de que se igualen entre 2025 y 2030.
Sin embargo, capacidad de computación no es igual a habilidad para resolver problemas. A día de hoy la inteligencia de las máquinas no es comparable a la del ser humano. Veamos por qué.
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Inteligencia biológica
La inteligencia se define como la capacidad de adaptación de un organismo a su entorno, y se manifiesta cuando tiene que hacer frente a situaciones cambiantes o nuevas. Como ejemplo reciente, tenemos la situación sin precedentes provocada por la primera pandemia de este siglo XXI, la COVID-19. Ha habido una adaptación global (inteligencia colectiva) que ha culminado en la obtención de varias vacunas en un plazo de tiempo impensable hasta ahora, sólo 9 meses incluida la distribución al mercado (el plazo promedio de desarrollo de una vacuna es de 18 meses). Y también ha habido una adaptación individual (inteligencia per se), en cómo cada uno de nosotros ha afrontado las dificultades provocadas: confinamiento domiciliario, cambios en la forma de trabajar, modificación de hábitos de relación social, etc.
Hoy sabemos que esta adaptación ha funcionado porque hemos sobrevivido como individuos, y como sociedad hemos minimizado el número de muertes. Recordemos que en la anterior pandemia, la gripe de 1918, murieron al menos 50 millones de personas en todo el mundo. En el caso del COVID-19 dicho número asciende a 5 millones cuando vemos ya el final de la pandemia, y el virus se está transformando en endémico. De hecho, el número de muertes es sólo un 10% del de la gripe de 1918. Aun así todos coincidimos en que sigue siendo un número demasiado grande con un coste humano y emocional inaceptable.
El asomarnos tan rápidamente al final de la pandemia es un reflejo directo de nuestra inteligencia, y debe hacernos concluir que contemplarla sólo en su faceta lógico-matemática es reduccionista; tiene muchas más. ¿Habríamos sobrevivido al COVID sólo resolviendo problemas numéricos?
Han sido clave los descubrimientos científicos y la gestión de los datos, pero más lo ha sido la capacidad de cooperación entre millones de seres humanos (países, instituciones y empresas). De hecho, esta cooperación por millones junto con nuestra capacidad cognitiva es lo que diferencia al ser humano del resto de especies, y son los factores que le han permitido establecer su hegemonía en la Tierra.
Por cerrar este punto sobre la inteligencia biológica, tengamos presente que su fin último es nuestra supervivencia, como corresponde a la historia evolutiva de todos los organismos vivos.
Inteligencia de las máquinas
¿Qué ocurre cuando aplicamos la definición anterior a las máquinas? La conclusión directa es que no son inteligentes. Sin embargo no debemos tirar la toalla tan rápido; hay matices y perspectivas futuras.
Históricamente ha habido dos enfoques de la Inteligencia Artificial: la IA débil y la IA fuerte. La primera hace referencia a la capacidad de resolver problemas específicos en entornos estructurados y condiciones bien definidas. Un caso típico es el del juego del ajedrez: en el año 1997, Deep Blue- una supercomputadora creada por IBM- fue capaz de vencer al entonces campeón del mundo, Gary Kaspárov.
Así, de la IA débil tenemos a día de hoy muchos ejemplos: sistemas de recomendación de series, música, videos en el móvil. Estas aplicaciones son capaces de conocernos e identificar nuestros gustos a partir de la interacción continua con ellas.
Y más allá de los juegos de estrategia y la experiencia cotidiana, tenemos como ejemplos relevantes las misiones militares y espaciales que son ejecutadas sin intervención humana directa. Así, tras la llegada del hombre a la Luna en 1969 y los intentos posteriores, terminaron siendo abandonadas las misiones pilotadas más allá de nuestra atmósfera (básicamente por el alto coste que implican). La Robótica y la Inteligencia Artificial nos han permitido llegar a Marte y explorarlo con una inversión relativamente reducida, sin necesidad de llevar físicamente a ningún astronauta.
Inteligencia Artificial fuerte
LA IA fuerte exige, sin embargo, que la máquina sea capaz de desenvolverse en entornos generales, no definidos previamente. Citemos algunos ejemplos: interacción con humanos a través de un chat, conducir de forma autónoma, desenvolverse con soltura como camarero en una cafetería… Algunas de estas cosas son capaces de hacerla por separado diferentes máquinas, donde cada habilidad es resuelta por un robot diferente. Es decir, se trata de diferentes IA débiles cada una especializada en resolver una tarea concreta.
La IA fuerte emergerá cuando una sola máquina o un enjambre de ellas sea capaz de abordar este conjunto de situaciones sin estar restringida a una tarea o grupo de tareas específicas, así como afrontar situaciones que no haya afrontado previamente. A su modo, será la forma de asegurarse la supervivencia, del mismo modo que la inteligencia biológica de los humanos sirve a este fin.
¿Es conceptualmente posible? Sí, porque el campo de actuación de las diferentes IA débiles se va extendiendo a medida que mejoran exponencialmente, y llegará un momento en que se solapen y cubran un continuo de situaciones.
¿Es realizable en la práctica? No sabemos con certeza todavía cuándo ocurrirá. Quedan por cubrir múltiples avances tecnológicos para alcanzar esa hipotética IA fuerte.
En cualquier caso, no voy a entrar ahora en este debate: primero porque es un terreno más especulativo que predictivo, y segundo, porque el objetivo de este artículo se centra en las predicciones en el corto plazo, a 10 años vista.
Internet como campo de entrenamiento para la IA
En las últimas dos décadas el desarrollo de las tecnologías relacionadas con Internet ha sido exponencial. Y no va a dejar de serlo; seguimos viendo innovaciones cada vez de mayor alcance, y que consiguen que pasemos más tiempo online. Me refiero fundamentalmente a las experiencias 360º que proporcionan las redes sociales modernas como Instagram, Linkedin, Twitter… Al hablar de 360º me refiero a la confluencia de los mensajes escritos, audio y video en una experiencia de usuario unificada. Es decir, que desde una sola aplicación accedemos de forma multisensorial al universo particular que cada persona nos quiere mostrar de sí.
De hecho, estas aplicaciones se alimentan de todo tipo de datos de sus usuarios, datos que el software utiliza para entrenar los algoritmos que deciden qué información nos va a mostrar, con qué personas nuevas debemos conectar o pueden ser potencialmente nuestra pareja, qué productos del mercado pueden cubrir nuestras necesidades, cuál es la siguiente serie o película que debemos ver, etc. En cierta forma, estamos delegando en ellas decisiones de nuestra vida porque nos ahorran tiempo, y además sabemos que conocen nuestros gustos.
Es decir, cada una de estas plataformas representa una Inteligencia Artificial en sí misma, con la única restricción de que su campo de acción se limita a un ámbito particular.
Hay una tendencia complementaria que se refiere a la integración entre aplicaciones, es decir, que yo pueda tener mi vida unificada en Internet independientemente de la aplicación que use. Sobre esta base de información los algoritmos que se desarrollen mostrarán más inteligencia. Hasta ahora, esta integración ha ocurrido sólo parcialmente, porque las grandes empresas son reacias a una integración completa, dado que su valor se basa en los algoritmos y los datos que poseen de los usuarios.
Y es que cada una de estas empresas por separado quiere construir el conjunto de aplicaciones que, integradas, unificarán nuestra presencia e identidad en Internet. Google lleva años preparando el terreno con lanzamientos continuos, y ya lo ha conseguido parcialmente. Facebook quiere ir un paso más allá con el desarrollo del Metaverso, un internet inmersivo donde los humanos podremos vivir una realidad paralela.
Como conclusión, sumando los dos ingredientes descritos- algoritmos explotando datos e integración completa entre aplicaciones-, estamos ya en el camino de crear la primera IA general, la cual dispone de la base de información originada con nuestras interacciones online, y de los algoritmos desarrollados por los miles de ingenieros que trabajar en los gigantes de la red. Como resultado, en muchas ocasiones ya nos sentimos en Internet tan bien como en el mundo físico.
Vamos por tanto, desde la experiencia 360º que describíamos al principio, a la experiencia inmersiva en Internet (Metaverso), donde todo lo que ocurra online será un espejo del mundo físico. Incluso puede que no haya una distinción completa entre ambas, sino que sean un continuo donde mundo físico y virtual se entrelazarán progresivamente. Esta convergencia la experimentaremos en nuestra vida cotidiana antes de 2030. Será el primer paso firme hacia la IA fuerte.